¿Por qué les tengo que enseñar a mis alumnos la felicidad? Es más, ¿qué derecho tengo yo para enseñarles a ser felices? Si yo prefiero mostrarles la melancolía. ¿Cómo, si no, van a entender la Literatura?
3 comentarios:
Anónimo
dijo...
Tienes razón, la melancolía es un tema más literario que la felicidad. Casi todas las historias de amor acaban mal y nos conmueven. Pienso que la felicidad no cabe enseñarla, se nos ve en los ojos, en nuestras expresiones, en nuestra forma de enseñar... Hoy he sido feliz en una de mis clases. He visto por una vez interesados a mis alumnos (en el fascismo) tras ve la película La ola de Denis Gansel. Por primera vez los veían receptivos. Pienso que esa felicidad que sentía yo, a pesar de sus simpatías ultraderechistas, iluminaba mi cara. No, la felicidad no se enseña, igual que tampoco la tristeza. Se la muestra, se la hace visible, se la analiza como conflicto literario, se la hace vivir delante de nuestros ojos recreándola, se la hace carne nuestra como eje de nuestras inquietudes, de nuestras carencias, de nuestras ausencias, de nuestros temores.
Sí, Joselu. ¿Cómo explicas, por ejemplo, El Quijote? ¿Por qué esa insistencia en trabajar con las emociones de los alumnos? Últimamente es lo único que oigo: "gestionar emociones". No, no y no. Yo no soy quién para eso. Yo quiero enseñarles literatura, ¿o es que eso ya no es importante?
3 comentarios:
Tienes razón, la melancolía es un tema más literario que la felicidad. Casi todas las historias de amor acaban mal y nos conmueven. Pienso que la felicidad no cabe enseñarla, se nos ve en los ojos, en nuestras expresiones, en nuestra forma de enseñar... Hoy he sido feliz en una de mis clases. He visto por una vez interesados a mis alumnos (en el fascismo) tras ve la película La ola de Denis Gansel. Por primera vez los veían receptivos. Pienso que esa felicidad que sentía yo, a pesar de sus simpatías ultraderechistas, iluminaba mi cara. No, la felicidad no se enseña, igual que tampoco la tristeza. Se la muestra, se la hace visible, se la analiza como conflicto literario, se la hace vivir delante de nuestros ojos recreándola, se la hace carne nuestra como eje de nuestras inquietudes, de nuestras carencias, de nuestras ausencias, de nuestros temores.
Lucía es mi hija, pero el comentario anterior es de Joselu.
Sí, Joselu. ¿Cómo explicas, por ejemplo, El Quijote? ¿Por qué esa insistencia en trabajar con las emociones de los alumnos? Últimamente es lo único que oigo: "gestionar emociones". No, no y no. Yo no soy quién para eso. Yo quiero enseñarles literatura, ¿o es que eso ya no es importante?
Publicar un comentario