miércoles, 7 de marzo de 2012

Las ilusiones perdidas


Vamos a cambiarle, por un momento, el tono poético al blog.

LAS ILUSIONES PERDIDAS
por Caperucitazul

(Artículo para mis alumnos en el siguiente número de Columnistas 5.0)




Hace poco veía por la televisión “Fuga de cerebros”, típico especial de Callejeros donde, en mitad de un discurso entre sensibloide y melodramático, nos desvelaban algo que ya todos sabemos: este país es una auténtica ruina y la que llaman “la generación más preparada de la historia” (entre comillas) parece que no tiene otra salida que no sea la de escapar en busca de un futuro mejor.

Creo que cambié el canal de televisión tan rápido como me fue posible. No lo recuerdo demasiado bien; de lo que sí me acuerdo es de una imagen que, unos días después, llamó mi atención: era la foto de una chica con la cara aplastada por la policía. La instantánea fue portada de casi todos los periódicos nacionales. Y yo no pude menos que sentir ternura hacia ella. Era algo así como aquella portada con un hombre debajo de su sombrilla naranja en mitad de la destrucción. Sólo que, en vez de estar cómodamente sentada, la chica tenía la cara aplastada.

La verdad es que no sé si la joven tiene razón o no o si alguien la ha manipulado para estar ahí. Sólo sé que me gusta; porque alguien como ella, en la calle, puede aprender algo. El problema está en que la chica salga a que le aplasten la cara sólo cada cuatro años o cuando toque. Es decir, dependiendo de qué color tenga la solapa de los que gobiernan o dependiendo de qué bandera presida la revuelta. Porque mientras tanto, y eso sí que lo tengo muy claro, los de arriba estarán lapidándole el futuro.

Así que, mientras que su rostro me inspiraba ternura, otro sentimiento se apoderó de mí: rabia. Rabia hacia todos los que han hecho que su protesta se quede sólo en el pataleo; rabia por aquellos que no le hemos dado las suficientes herramientas a ella y a otros que son como ella, para que el valor de su cara ensangrentada sirvieran para algo. Y no me refiero a cócteles molotov, sino a cómo les hemos estafado: en casa, en la calle, en el instituto o en la universidad. El pataleo y la protesta no sirven de nada si no hay detrás nadie le haya hecho cultivar ese espíritu crítico que sólo se consigue con unos pocos pero doctos* libros juntos. Sí, para luego salir a la calle y quizás, estampárselos a la cara a toda esta generación de políticos (de un color u otro), de banqueros, de organizaciones sindicales, de profesores, que le han desbaratado el futuro.

Y mientras meditaba todo esto, pensé que ojalá esta chica tenga también valor el día de mañana y se quede aquí para levantar este país de lo poco que dejen de él una vez lo hayan destrozado. Que no protagonice otro especial de Callejeros.

Aunque, siendo sincera, si yo tuviera veinte años, después de estamparles esos libros en la cara, de mí no veíais ni el polvo. El del Correcaminos cuando echa a correr en busca de algo mejor.

*Doctos: sabios, más allá del conocimiento común.

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