miércoles, 28 de julio de 2010

Despedida

Cuando alguien se marcha, nunca deja nada. Me refiero a nada físico, tangible, sólo cierto recuerdo que irá desapareciendo conforme avance el tiempo. A veces, la mejor de las veces, puede dejar cierta luz en quienes compartieron alguna charla cómplice –o algún café descuidado a media mañana-. Lo mismo ocurre con la persona que marcha y el sitio que deja. No se lleva nada que pueda tocar, aunque con el tiempo se dará cuenta de que ha aprehendido en sí mismo ciertos hábitos, palabras, gestos que no podían haber nacido en él sin el paso por ese lugar y sin la relación con las personas que lo habitan. Se podría entonces hablar de manera concreta y se daría cuenta exactamente de lo que echaría de menos de cada una de las personas con las que ha compartido un alto en el camino, uno se refiere a esas personas especiales, que nunca llegan a ser más de dos o tres en cada lugar. Pero es mejor hablar así, en abstracto, sin poner nombres, sin decir qué matices toma esa luz en cada una de esas personas y en cada uno de esas esquinas que uno lleva aprehendidos. Basta con saberlo y recordarlo. Y después, seguir hacia delante, porque no se debe permanecer en un sitio más tiempo del necesario sino buscar otros rincones y otras miradas que le ayuden a seguir creciendo. Y el único apego que puede quedar es haber dejado, él también, algún pequeño rastro de luz en el lugar del que se marcha.



3 comentarios:

Marian dijo...

Hermosa reflexión. Me ha emocionado encontrar escritas estas palabras que a veces yo también he pensado. Qué sería de una vida sin esas Itacas que nos van dejando tanto...Saludos

Anónimo dijo...

Me has emocionado...

caperucitazul dijo...

Gracias a los dos por vuestros comentarios ;)