No me gusta especialmente Haruki Murakami. No me parece un gran narrador; sus historias no me parece que estén bien contadas y algunas de sus páginas pecan de excesivamente tópicas. Sin embargo, cuando hace unos meses leí Tokio blues, sabía que repetiría. Y a ello me he dedicado esta semana con Sputnik, mi amor.
No es gran literatura, pero la simpleza narrativa de Murakami conecta con cierta intimidad del lector. El que, por cierta inclinación personal o momentánea, necesita de personajes enredados más con sus emociones que con el mundo que les rodea. Esos son los protagonistas de Murakami, de eso van sus novelas y sus diálogos y de ahí que no te dejen indiferente: o repites o quemas el libro.
Llevo días tirando a esa basura borradores de algún post que publicar. La actualidad está plagada de temas que lo merecen: la crisis –ni siquiera sé si debemos llamarla ya por ese apelativo-, España, la democracia, ¿novela o ensayo?, Israel, la educación, el futuro… Mi ignorancia hacia la mayoría de ellos me hace leer cuanto se publica en ciertas páginas seleccionadas de Internet y de algunos libros (desgraciadamente en ese orden) a la espera de entender un mundo que cada vez me parece menos comprensible y en el que tengo la creciente sensación de que nadie dice la verdad. La falacia retórica prima en el discurso de cuantos tratan de convencerme de su postura, por eso ya no me creo nada de lo que leo. Y no, no me he convertido en una nihilista recalcitrante -por ahora-, es sólo cierta sensación momentánea. Siempre he sido más emocional que racional, conozco mejor mi mundo interior que lo que me rodea (algo que no todos pueden decir, por cierto)y por eso a veces me muevo a tientas, y con desconfianza, en el exterior. Y la situación actual no es para menos.
Quizás por eso he disfrutado esta semana leyendo a Murakami: no hay que preocuparse del mundo; sólo el lector y sus emociones. A veces de eso trata la Literatura.
2 comentarios:
Pensar el mundo, elegir nuestro punto de vista, implicarse... son tareas difíciles y arriesgadas. ¿Cómo elegir? ¿Cómo saber cuál es la opción correcta? ¿La más justa? ¿La que presupone un valor moral? Muy difícil. Por eso hay quienes se mantienen al margen y sobrevuelan los hechos. Tal vez es una opción estética ante nuestra incapacidad de comprender. Pero tal vez nuestro mundo nos exija que hagamos ese esfuerzo aunque sea inútil. No sé.
Tienes razón Joselu. La apatía sólo revela a veces desgana por pensar y quizá tengamos el compromiso de hacer lo contrario. Un saludo
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