miércoles, 13 de enero de 2010

El americano enamorado


(Procedencia de la imagen www.elojodigital.com)


Hace unos días, la 2 de TVE emitió un documental sobre el reportaje que el fotógrafo Eugene Smith realizó en un pequeño pueblo de Extremadura, Deleitosa.

Para quien no lo conozca o no tuviera el placer de ver el programa, a Smith se le considera uno de los padres de los reportajes fotográficos. Nadie sabe qué llevó a este conocido artista al pequeño pueblo de Extremadura pero sí cuál fue la consecuencia de este peregrinaje: la publicación de 22 fotografías en la revista Life bajo el nombre de “Spanish Village”, en 1950. Y de esta manera, el fotógrafo quiso reflejar lo que él consideraba el atraso, la pobreza y la miseria de un pueblo, reflejo de toda España, sumido en la religión, la superstición y el trabajo, como única forma de sobrevivir a las consecuencias de la dictadura franquista.

Éste es el mensaje que se transmitió en la revista americana, que no dudó en generalizar la situación (real) que vivían los pueblos españoles como la vivida por todo un país. Atrasado, supersticioso y religioso, sí. Aunque esto nos venga de mucho más atrás y es mucho más complejo que la simplicidad que recoge una visión parcial de nuestro carácter. Pero esto es otro tema.

La revolución que supuso para los habitantes de este pequeño pueblo la llegada de los “americanos” fue tal que aún hoy lo recuerdan aquellos que todavía viven como algo excepcional; aunque muchos de ellos reconocen, algo indignados quizás, que los americanos sólo fotografiaban las calles más desoladas del pueblo, las casas y las familias más afectadas por la pobreza.

Pero, ¿qué paso con Deleitosa una vez publicado el reportaje? Si los habitantes del pequeño pueblo creían que el alboroto se acabaría con la marcha de los fotógrafos, se equivocaban, porque la verdadera revolución vino después: desde el envenenamiento del rebaño con el que subsistía la familia Curiel, una de las más pobres del y que fue el centro del reportaje, a la historia del yanqui enamorado: entre los miles de americanos que compraron la revista, se encontraba un joven californiano que, al contemplar la foto que encabeza este post (“El velatorio”) decidió que estaba perdidamente enamorado de la bella joven que contempla el cadáver, Josefa Larrá. Decidido, escribió al alcalde del pueblo explicándole la situación y de esta manera, comenzó una correspondencia que duró varios años entre el americano y la extremeña. Cada carta era recibida en el pueblo como un gran acontecimiento; las mujeres, envidiosas; los hombres, curiosos.

La familia de Josefa se sentía la elegida por el joven rico y presionaba a la joven para aceptar su petición (Envíale una foto –insistía la madre a la hija). Parecía que la chica debía sentirse la más afortunada del mundo, todo el mundo lo creía, menos ella: hacía poco que había comenzado a salir con un joven del pueblo que, celoso del americano, la dejó y marchó a trabajar a Alemania.

Con el paso del tiempo, las aguas volvieron a su cauce: el americano se cansó y Josefa emigró, como gran parte de los habitantes de Deleitosa, a trabajar a Barcelona, donde hizo su vida como camarera de hotel y no llegó a casarse.

Así acabo la historia del americano enamorado. ¡Ay, chica! ¿Pero qué iba a hacer yo en California?, afirma hoy Josefa con una gran sonrisa que trae a su cara la belleza de su juventud.

Hoy poco de estas fotos queda en Deleitosa. Vuelve a ser un pueblo anodino, como tantos de nuestro país, pero todavía nos quedan los rostros que miraban asombrados el objetivo de aquellos raros personajes rubios que, un día, decidieron que Deleitosa también era interesante

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Caperucitazul escucha: Noir Desir, Le vent nous portera


2 comentarios:

Joselu dijo...

Una historia extraña que evoca la intrahistoria de tantos pueblos de nuestra geografía. Recuerdo también la película que hizo Luis Buñuel sobre Las Hurdes en los años treinta. Filmó en Las Hurdes, tierra sin pan un panorama negro y atávico que indignó a los lugareños, pero no dejó de ser una obra artística en la que predominaba una mirada muy determinada y selectiva pero legítima.

Lourdes Domenech dijo...

Es una historia en blanco y negro como la fotografía.